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Palabras con la temperatura exacta, significados absurdos que mantienen la humedad justa sobre una idea de futuro, y otros factores que favorecen la hibernación de los sueños:
“Especulación, falta de liquidez, boom inmobiliario, recalificación de suelos, hipotecas basura, burbuja inmobiliaria, depreciación de la vivienda…”

Mis ojos sólo ven nubes cargadas de ilusión sobre esqueletos de cemento... Hacía 3 años que no regresaba a este lugar, pero todo seguía igual.
Durante un instante, el aroma de la nostalgia me hizo recordar el cabello de mi mujer… Su mirada cargada de esperanzas cuando nos concedieron ese préstamo, riéndonos como críos aquella vez que nos vimos reflejados en una maqueta a escala, ojeando revistas de muebles a cada instante, imaginando dónde colocarlos, y decidiendo el color de la habitación de nuestro futuro hijo.


Mi áspera mano me devolvió a la realidad al sentir que, tras mi guante recortado, ya no estaba el cabello de mi mujer, sino el grueso pelo de mi fiel compañero canino.
Mis ojos acristalados gestaban con recuerdos rotos una lágrima cargada de decepción, de discusiones al ser despedido del trabajo, una lágrima llena de impotencia al saber que no podía mantener a una familia, que todo se venía abajo cuando mi mujer me pidió el divorcio; repleta de incomprensión, todo se había desvanecido en tan poco tiempo… Una lágrima que, al caer, retumbó en aquel invernadero de sueños.


En un salón taciturno,
como un delirio de imaginación
se traslada cada madrugada a lagunas de este mundo,
que solo yo conozco.

Cuando mi latido es débil,
un paisaje como un candil.
Sueña tocando notas de piano que nadie nunca oye,
que fluyen y deslizan como agua tibia sobre roble.
Para ayudarme a entender.

Y al menguar la luna vuelve allí con su dulce réquiem,
y sueña con no volver a la consciencia entre claves del dulce papel.
Y queda atrapado en el tiempo,
donde todo esta perdido y anhela no ser encontrado jamás.
Y vuelve a soñar.
Para ayudarme a entender.

Y cuando la luna mengua y mi latido es débil...

Vuelve a soñar.

A soñar con no volver.



Se escucha con brevedad, es seco y efímero, el retumbar hace que la presión de su dedo parezca un cañón con retroceso; era el sonido de las teclas de su ordenador...

La gente le gritaba que era único, con un oído único; nadie oía tan fino como él.

Los motores de los coches parecían excavadoras entrando por su ventana cerrada, sus vecinos propiciaban golpes atroces en las paredes de su casa, su familia le chillaba al oído desde el salón que saliese de una vez de su cuarto, que llevaba días sin comer nada. Los aviones que sobrevolaban su hogar parecía que iban a colisionar en su terraza; y sus lágrimas al caer, resonaban como campanas...

Su tez empezó a empalidecer, estaba cada vez peor; decidió encerrarse con llave en su habitación para no volver a salir jamás... Lo que más le dolía era que ni siquiera podía andar, moverse bruscamente, estornudar o bostezar... pues ello le asemejaba un estruendo horroroso e inaguantable. Llegó hasta tal punto, que incluso pestañear significaba dos truenos abriéndose paso entre una tormenta interminable, tormenta que se recostó dentro de él, volviéndolo loco.

Tomó la decisión de quedarse absolutamente quieto.

Pasó un tiempo hasta que su familia decidió abrir su puerta a la fuerza, su sorpresa se hizo latente al observar que allí no había nadie. De él, sólo quedaron unas últimas frases en su ordenador:

“Jamás escuché un susurro, es tan bello...
La noche me trasladó en forma de eco un secreto, y una luz iluminó mi cuerpo, luz de almas y de vida, luz mestiza entre el atardecer y el alba… Un pacto, un sueño, ser el testimonio del silencio; a cambio yo, iluminaré la oscuridad de la noche, para la eternidad”